lunes, 1 de diciembre de 2014

REFLEXIONES DE UN COFRADE

Hoy tenemos con nosotros a Juan Francisco, un cofrade que comparte una crítica acerca de su visión actual de la semana santa y las bandas que acompañan a las cofradías, a través de su experiencia.

 REFLEXIONES DE UN COFRADE 

Hace  tiempo me pidieron que compartiera mi vida cofrade con los demás y, para ello, intentaré plasmar en este escrito mis vivencias y así poder compartirlas con los seguidores de este blog.

Quiero dejar constancia, por un lado, que en casa la vida cofrade no ha estado muy presente y, en consecuencia, no se me ha transmitido ni se me ha formado en ella; por otro, que ahora en mi madurez cofrade dudo si la vida cofrade está, o no, en decadencia. Es cierto que tras reflexionar sobre ello creo que lo está en bastantes lugares, aunque también es cierto que en unos sitios más que en otros, debido sobre todo a no haber sido capaces de cuidarla como merece o, tal vez, porque no hemos sabido conservarla como la habíamos heredado.

Mi vida cofrade empieza en mi infancia. Etapa de la vida de inocencia y despreocupación por lo material. Mis recuerdos son vagos y difusos y todo comienza cuando uno de mis hermanos se embarca en ese ‘mundillo’ de bandas y cornetas, que tanta ilusión despierta en un niño. Vestido de penitente, en la banda de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús Nazareno, cuajó en mi memoria la imagen de alguien importante en la vida religiosa de esos días y, aunque pequeño, ya los Viernes Santos eran especiales para mí, pues amen de admirar a mi hermano de esa guisa, mi sueño era interrumpido,  aún sin ser de día, por unos movimientos suaves y cariñosos de mi madre. Aupado en los brazos de mi madre, en el alféizar de la ventana, veía esas impresionantes hileras de nazarenos con sus luces oscilantes y, cómo no, a mi hermano haciendo sonar su corneta en el silencio de la noche, unido al sonar de sus compañeros , y al final, en medio de todos, el “señor”, tan serio y con su cruz. Acabada la procesión mi madre me volvía de nuevo a la cama, quedando antes de acuerdo que cuando fuese mayor  iría también en la procesión.

Así pasaron unos años hasta que conseguí, aunque aún me consideraban pequeño, salir en procesión gracias a que mi tío Manuel, cofrade y hermano de la Hermandad, me dejó una túnica pequeña  que mi abuela Paca me adaptó convenientemente.

 Así, año tras año y sin interrupción, cada Viernes Santo, hacía la estación de penitencia. Y fue en el año 1994, si la memoria no falla aún, cuando la Banda de Cornetas y Tambores de la Hermandad Ntro. Padre Jesús Nazareno adoptaría el nombre de INRI y cuando se decidió que la Banda marchase junto a su titular en la procesión, dejando la cabecera de la misma, rompiendo así años de tradición en la Hermandad.
 Tras esto, Cofradía y Banda creyeron oportuno crear una banda infantil que ocupara la cabecera de procesión, y que anunciara su llegada  a la gente, tan acostumbrada a ello después de tantos años. Y es ahí donde comienza mi vida cofrade musical junto a un sin número de niños que fuimos escogidos como componentes de dicha banda y que disfrutábamos sacando acordes y sonidos al tambor. Primero, vestidos como nazarenos, igual que cualquier hermano y, después, con nuestras pequeñas boinas, que aún conservo con un cariño especial. Fueron 7 años de convivencia,sin duda bonitos para todos los que participamos en la cofradía, aunque fuese de forma tan ruidosa. Con la desaparición de la banda comencé a vivir la Semana Santa fuera de las filas y con mis amigos. Era una forma distinta de vivir la Pasión de Cristo, pero según recuerdo, la vivía con más devoción, al no tener que armonizar ritmo y tiempo con los redobles de los demás cofrades.

Pienso que por entonces dejo atrás la etapa infantil de cofrade, que recuerdo con cariño y que sin dudar deja en mí grandes huellas en mi forma de ver la Pasión de Jesús, y sobre todo una gran afición y amor por la música. Creo que el tambor y la corneta de mi hermano, entre otras cosas, me conducen a interesarme por otro instrumento de cuerda: la guitarra. Instrumento que al día de hoy sigo teniéndolo muy cerca y que añoro si dejo de tocarlo un sólo día.

La Semana Santa en general siempre me ha atraído bastante desde pequeño. Es cierto, tal y como apunté al principio, que en casa no se interiorizaba este tiempo de fe y religión, pero sí es verdad que mi padre se preocupaba de que yo viviera, al menos, desde el punto de vista folclórico y de fiesta, este tiempo, enseñándome las procesiones de los pueblos de alrededor. Se había convertido en hábito ver al Borriquillo, todos los Domingos de Ramos, en Baeza y a Jesús en la Columna, todos los Jueves Santos,  en la ciudad de Úbeda, así como las procesiones de los pueblos de alrededor siempre que disponía de tiempo libre en su trabajo. Y jamás me he perdido una actuación de mi hermano tocando en la Banda de Cornetas y Tambores no sólo en procesiones sino en los conciertos que se hacían en los pueblos vecinos. Estas vivencias fueron calando en mí y sin dudar hicieron que mi amor a la vida cofrade fuese aumentando y que la quisiese cada día más.
Pasa el tiempo y  cierto día se presenta en casa mi hermano José, maletín en mano. La curiosidad me llena y no puedo por menos de preguntar: - José, ¿qué llevas ahí?. Mi hermano, haciéndose el interesante, no responde de inmediato, pero viendo mi curiosidad y ansiedad reflejada en el rostro, coge el maletín lo abre y muestra un instrumento musical, para mí bastante raro y me dice:- Juan Francisco, ¿sabes qué es esto?. Le respondí que me parecía una trompeta recortada. Se echó a reír y me dijo que era un Picolo y que lo traía para mí, puesto que ya sabía leer música y había pensado que me gustaría aprender a tocarlo, sobre todo al conocer que en la Banda de Cornetas y Tambores INRI se había quedado libre una plaza y podía optar a ella.

Es curioso que por aquel entonces no se me había pasado por la imaginación pertenecer a banda de cornetas alguna pero, mi amor a la música, el ánimo recibido de mis padres, la ocurrencia de mi hermano y por qué no decirlo el deseo de Roque Luis y José Ramón que, con paciencia y cariño, tanto me enseñaron e hicieron en mi aprendizaje de estos instrumentos musicales, consiguieron que me decidiera a compartir mi tiempo entre cuerda y boquillas. Y he aquí que de nuevo paso a vivir la Semana Santa como cofrade musical siendo miembro de INRI, donde permanecí durante once años alternando el picolo con el fiscorno de pala. Comenzaba una nueva etapa en mi vida donde los viajes, conciertos, certámenes, procesiones, nuevas convivencias y amigos.., marcaban el devenir del día a día, compartiendo el gusto musical y el mundo cofrade.Todo esto haría que en mí creciera un sentimiento profundo de amor al Nazareno, a quién cada madrugada del Viernes Santo dedicaba los acordes salidos de lo más hondo de mi corazón y que eran traducidos en notas musicales por el instrumento que tocaba.

No es de extrañar que a su vez me interesase por las actividades propias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno en las que intentaba ayudar y participar. Fue con la elección del Hermano Mayor de la Cofradía, Diego Torres, cuando empecé a participar activamente en la gestión y funcionamiento de la Cofradía pues fui llamado a formar parte de la Junta Directiva como Vocal de Cultos. Responsabilidad que acepté y que he tratado de llevar a cabo con la mayor diligencia y eficacia posible y no sólo bajo la dirección de Diego Torres, sino también con su sucesor, Hermano Mayor, Juan Fernández, quién también quiso que siguiese con esta responsabilidad durante su mandato. Había conseguido a mis veinte años cumplir con la ilusión de  participar en la gestión de nuestra Hermandad, y tras recibir el Sacramento de la Confirmación, y haber participado en la enseñanza de los niños en la Vida de Jesús  como Catequista, hago realidad ese sueño que tan de pequeño guardaba.

 Durante estos años compaginaba las tareas de gobierno de la Hermandad con las propias de miembro de la Banda de Cornetas y Tambores INRI, hasta que llega el momento de dejar Cornetas y Tambores. Esto supuso un duro golpe para mí, pero los motivos que me llevaron a ello, aderezados con la percepción que iba teniendo, justificaban este paso tan doloroso y ratificaba mi concepto sobre lo que recordaba de pequeño y lo que actualmente veía, algo que se diferenciaba muy mucho. Sólo me consuela el gran recuerdo que tengo de ese tiempo vivido y siempre creo llevaré en mi corazón los grandes momentos pasados, los distintos sitios visitados, las Hermandades conocidas, el haber compartido cartel con la magnífica Banda del Santísimo Cristo de las Tres Caídas de Sevilla, todo un sueño, y sobre todo y de forma especial haber conocido un sin número de compañeros, algunos ya considerados  amigos.

Y cuando todo parecía indicarme que mi vida cofrade  se encauzaría dando de lado la parte musical, al cabo de dos años, el “ gusanillo” del arte y del toque vuelve a llamar a mi puerta. Por ello de nuevo me incorporo a la Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de la Pasión de Torreperogil donde estuve dos años y, aunque recuerdo con cariño ese tiempo pasado, mis vivencias no serían igual. Al final me dedicaría en cuerpo y alma a vivir mi vida de cofrade desde la espiritualidad y dentro de los quehaceres propios de gestión y gobierno de las Cofradías.

Ahora pienso que existe una gran diferencia entre la idea que se tiene de pequeño y la percepción propia de un mayor. El mundo cofrade deja de ser ese sueño de inocencia y se convierte en una realidad de egoísmo y afán de protagonismo donde unos se perjudican a otros y el todo vale es regla de actuación. Mi visión de la vida cofrade va cambiando y no sólo por mis vivencias personales, sino también por los comentarios y conversaciones mantenidas con bastantes cofrades torreños, y pudiera ser  que aquí estuviera  uno de los motivos principales que hizo que abandonase la Banda de Cornetas y Tambores.

La realidad de una Banda de Cornetas y Tambores deja de ser esa ilusión maravillosa de compañerismo y alegría compartida que se deja notar desde fuera. Verdad es que socialmente es bonita en su forma de pasar el tiempo y vivir en convivencia, eso es lo fácil, pero hasta llegar ahí el camino a recorrer es difícil y muy distinto. Una banda tiene como tema principal la interpretación musical y, por tanto, ha de fundamentarse en sus componentes, en sus músicos, y ello porque en ella sus componentes disfrutan y gozan tocando, satisfacen sus hobbies, se sienten a gusto, pero hay que preguntarse, ¿a qué precio? ¿Es preciso aguantar insultos, voces o cualquier otra forma de degradación personal por parte de los “jefes”? Es cierto que debemos comprender que el trabajo de un director de banda no es trabajo fácil, pero creo que para que una banda funcione correctamente no vale a toda costa. Los miembros de una banda son cofrades que ponen su talento  al servicio de la cofradía de la que forman parte y que para su sostenimiento actúan en otros escenarios, con el objeto de conseguir bienes materiales, que  los ayude a subsistir y como músicos que son, cultivan sus hobbies. Y es ahí donde debemos saber valorar y proteger su dedicación, ya que si todos hacen grande a su banda todos deben sentirse valorados, unos como músicos,  otros como directores y otros como portadores de lo que va a necesitarse en el conjunto y no culpar a los más débiles de los fallos que en el tiempo, sean lógicos, que aparezcan. Una banda funciona bien si todos sus componentes lo quieren, condición principal, después los errores salen sin desearlos, y por eso hay que saber aceptar los éxitos y los posibles fracasos que nadie desea.

Después de esta reflexión sobre la marcha y funcionamiento de una banda desde dentro, quisiera poner a reflexión el sentir que existe entre bandas. Verdad es que es humano pensar en que lo nuestro es mejor que lo de lo demás y que lo interpretado por nosotros es lo perfecto y carente de fallos, llegando a pensar que nuestra banda es la mejor de todas, pero hasta ahí hemos de llegar. No es de recibo crear en nosotros el ambiente que nos anime a burlarnos y reírnos de las demás bandas. Competir es bueno, pero nuestro sentir cofrade debe limitar ciertas formas y de esta manera evitar malos comportamientos en otros niveles de actuación. ¿Cómo es posible que una banda de cornetas y tambores se interponga en la contratación de otra, por parte de alguna cofradía, argumentando que con ellos todo sería más barato? Pienso que si esto ocurre en el mundo cofrade algo se está haciendo mal y debemos adoptar medidas urgentes para cambiar el rumbo de nuestra formación, bien fijando objetivos acordes con el sentir cofrade o bien cambiando a los distintos componentes de una banda. Seamos consecuentes y pensemos que no todo vale y comencemos a ser buenos ejemplos para los nuevos aprendices y olvidemos los comportamientos inadecuados que algunas bandas tienen o tenemos. Y por ello pido una profunda reflexión por parte de las juntas de gobierno de las distintas cofradías ya que creo que tiene parte de culpa en los comportamientos anómalos de sus bandas o de las bandas haciendo “chalaneos” indebidos.

Corren días difíciles tanto para cofradías como para las bandas y lo pienso porque disminuyen a ritmo creciente los nuevos cofrades. Dejemos a un lado la hipocresía y olvidémonos de las dos caras, una buena por delante y otra distinta por detrás. Nuestra forma de ser ha de cambiar y sólo así lograremos levantar a nuestras cofradías y bandas que han de actuar con un espíritu de verdaderos cristianos y por ende de buenos cofrades, participando en el buen hacer de ellas desde cualquiera que sea el puesto que ocupe.
Pido perdón si he generalizado y he podido ofender a alguien pero mi vivencia personal y los distintos cambios de impresión que he mantenido con otros cofrades, locales y de pueblos vecinos, así me lo indica.

Después de pasar por cofrade de banda, cofrade de a pie, vocal de cultos en Junta de Gobierno, presidente de la Unión de Cofradías, actualmente Vocal de la Unión Arciprestal de Cofradías de Úbeda que incluye los municipios de Úbeda, Sabiote y Torreperogil y a día de hoy recién nombrado Hermano Mayor de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima del Dulce Nombre de Torreprogil, veo una situación difícil pero posible de encauzar convenientemente , y por ello pido a mis Titulares nos ayuden a superar estas dificultades humanas y nos den fuerza para seguir el camino que sabiamente nos enseñan.

Acabo pidiendo a todos los Titulares de nuestras Hermandades que aunemos esfuerzos y pidámosles  ayuda para hacer a nuestras Cofradías y a sus Bandas de Cornetas y Tambores ejemplo cristiano de vida para nosotros, que estamos dentro, y y para todos los que nos miran desde fuera.

Un abrazo, Juan Francisco.