Hoy tenemos con nosotros a Juan Francisco, un cofrade que comparte una crítica acerca de su visión actual de la semana santa y las bandas que acompañan a las cofradías, a través de su experiencia.
Hace tiempo me pidieron que compartiera mi vida
cofrade con los demás y, para ello, intentaré plasmar en este escrito mis
vivencias y así poder compartirlas con los seguidores de este blog.
Quiero dejar constancia, por un
lado, que en casa la vida cofrade no ha estado muy presente y, en consecuencia,
no se me ha transmitido ni se me ha formado en ella; por otro, que ahora en mi
madurez cofrade dudo si la vida cofrade está, o no, en decadencia. Es cierto
que tras reflexionar sobre ello creo que lo está en bastantes lugares, aunque
también es cierto que en unos sitios más que en otros, debido sobre todo a no
haber sido capaces de cuidarla como merece o, tal vez, porque no hemos sabido
conservarla como la habíamos heredado.
Mi vida cofrade empieza en mi
infancia. Etapa de la vida de inocencia y despreocupación por lo material. Mis
recuerdos son vagos y difusos y todo comienza cuando uno de mis hermanos se
embarca en ese ‘mundillo’ de bandas y cornetas, que tanta ilusión despierta en
un niño. Vestido de penitente, en la banda de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús
Nazareno, cuajó en mi memoria la imagen de alguien importante en la vida
religiosa de esos días y, aunque pequeño, ya los Viernes Santos eran especiales
para mí, pues amen de admirar a mi hermano de esa guisa, mi sueño era
interrumpido, aún sin ser de día, por
unos movimientos suaves y cariñosos de mi madre. Aupado en los brazos de mi
madre, en el alféizar de la ventana, veía esas impresionantes hileras de
nazarenos con sus luces oscilantes y, cómo no, a mi hermano haciendo sonar su
corneta en el silencio de la noche, unido al sonar de sus compañeros , y al
final, en medio de todos, el “señor”, tan serio y con su cruz. Acabada la
procesión mi madre me volvía de nuevo a la cama, quedando antes de acuerdo que
cuando fuese mayor iría también en la
procesión.
Así pasaron unos años hasta que
conseguí, aunque aún me consideraban pequeño, salir en procesión gracias a que
mi tío Manuel, cofrade y hermano de la Hermandad, me dejó una túnica
pequeña que mi abuela Paca me adaptó
convenientemente.
Así, año tras año y sin interrupción, cada
Viernes Santo, hacía la estación de penitencia. Y fue en el año 1994, si la
memoria no falla aún, cuando la Banda de Cornetas y Tambores de la Hermandad Ntro.
Padre Jesús Nazareno adoptaría el nombre de INRI y cuando se decidió que la
Banda marchase junto a su titular en la procesión, dejando la cabecera de la
misma, rompiendo así años de tradición en la Hermandad.
Tras esto, Cofradía y Banda creyeron oportuno
crear una banda infantil que ocupara la cabecera de procesión, y que anunciara
su llegada a la gente, tan acostumbrada
a ello después de tantos años. Y es ahí donde comienza mi vida cofrade musical
junto a un sin número de niños que fuimos escogidos como componentes de dicha
banda y que disfrutábamos sacando acordes y sonidos al tambor. Primero, vestidos
como nazarenos, igual que cualquier hermano y, después, con nuestras pequeñas
boinas, que aún conservo con un cariño especial. Fueron 7 años de convivencia,sin
duda bonitos para todos los que participamos en la cofradía, aunque fuese de
forma tan ruidosa. Con la desaparición de la banda comencé a vivir la Semana
Santa fuera de las filas y con mis amigos. Era una forma distinta de vivir la
Pasión de Cristo, pero según recuerdo, la vivía con más devoción, al no tener
que armonizar ritmo y tiempo con los redobles de los demás cofrades.
Pienso que por entonces dejo
atrás la etapa infantil de cofrade, que recuerdo con cariño y que sin dudar
deja en mí grandes huellas en mi forma de ver la Pasión de Jesús, y sobre todo
una gran afición y amor por la música. Creo que el tambor y la corneta de mi
hermano, entre otras cosas, me conducen a interesarme por otro instrumento de
cuerda: la guitarra. Instrumento que al día de hoy sigo teniéndolo muy cerca y que
añoro si dejo de tocarlo un sólo día.
La Semana Santa en general
siempre me ha atraído bastante desde pequeño. Es cierto, tal y como apunté al
principio, que en casa no se interiorizaba este tiempo de fe y religión, pero
sí es verdad que mi padre se preocupaba de que yo viviera, al menos, desde el
punto de vista folclórico y de fiesta, este tiempo, enseñándome las procesiones
de los pueblos de alrededor. Se había convertido en hábito ver al Borriquillo,
todos los Domingos de Ramos, en Baeza y a Jesús en la Columna, todos los Jueves
Santos, en la ciudad de Úbeda, así como
las procesiones de los pueblos de alrededor siempre que disponía de tiempo
libre en su trabajo. Y jamás me he perdido una actuación de mi hermano tocando
en la Banda de Cornetas y Tambores no sólo en procesiones sino en los
conciertos que se hacían en los pueblos vecinos. Estas vivencias fueron calando
en mí y sin dudar hicieron que mi amor a la vida cofrade fuese aumentando y que
la quisiese cada día más.
Pasa el tiempo y cierto día se presenta en casa mi hermano
José, maletín en mano. La curiosidad me llena y no puedo por menos de
preguntar: - José, ¿qué llevas ahí?. Mi hermano, haciéndose el interesante, no
responde de inmediato, pero viendo mi curiosidad y ansiedad reflejada en el
rostro, coge el maletín lo abre y muestra un instrumento musical, para mí
bastante raro y me dice:- Juan Francisco, ¿sabes qué es esto?. Le respondí que
me parecía una trompeta recortada. Se echó a reír y me dijo que era un Picolo y
que lo traía para mí, puesto que ya sabía leer música y había pensado que me
gustaría aprender a tocarlo, sobre todo al conocer que en la Banda de Cornetas
y Tambores INRI se había quedado libre una plaza y podía optar a ella.
Es curioso que por aquel entonces
no se me había pasado por la imaginación pertenecer a banda de cornetas alguna
pero, mi amor a la música, el ánimo recibido de mis padres, la ocurrencia de mi
hermano y por qué no decirlo el deseo de Roque Luis y José Ramón que, con paciencia
y cariño, tanto me enseñaron e hicieron en mi aprendizaje de estos instrumentos
musicales, consiguieron que me decidiera a compartir mi tiempo entre cuerda y
boquillas. Y he aquí que de nuevo paso a vivir la Semana Santa como cofrade
musical siendo miembro de INRI, donde permanecí durante once años alternando el
picolo con el fiscorno de pala. Comenzaba una nueva etapa en mi vida donde los
viajes, conciertos, certámenes, procesiones, nuevas convivencias y amigos..,
marcaban el devenir del día a día, compartiendo el gusto musical y el mundo
cofrade.Todo esto haría que en mí creciera un sentimiento profundo de amor al
Nazareno, a quién cada madrugada del Viernes Santo dedicaba los acordes salidos
de lo más hondo de mi corazón y que eran traducidos en notas musicales por el
instrumento que tocaba.
No es de extrañar que a su vez me
interesase por las actividades propias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús
Nazareno en las que intentaba ayudar y participar. Fue con la elección del
Hermano Mayor de la Cofradía, Diego Torres, cuando empecé a participar
activamente en la gestión y funcionamiento de la Cofradía pues fui llamado a
formar parte de la Junta Directiva como Vocal de Cultos. Responsabilidad que
acepté y que he tratado de llevar a cabo con la mayor diligencia y eficacia
posible y no sólo bajo la dirección de Diego Torres, sino también con su
sucesor, Hermano Mayor, Juan Fernández, quién también quiso que siguiese con
esta responsabilidad durante su mandato. Había conseguido a mis veinte años
cumplir con la ilusión de participar en
la gestión de nuestra Hermandad, y tras recibir el Sacramento de la
Confirmación, y haber participado en la enseñanza de los niños en la Vida de
Jesús como Catequista, hago realidad ese
sueño que tan de pequeño guardaba.
Durante estos años compaginaba las tareas de
gobierno de la Hermandad con las propias de miembro de la Banda de Cornetas y
Tambores INRI, hasta que llega el momento de dejar Cornetas y Tambores. Esto
supuso un duro golpe para mí, pero los motivos que me llevaron a ello,
aderezados con la percepción que iba teniendo, justificaban este paso tan
doloroso y ratificaba mi concepto sobre lo que recordaba de pequeño y lo que
actualmente veía, algo que se diferenciaba muy mucho. Sólo me consuela el gran
recuerdo que tengo de ese tiempo vivido y siempre creo llevaré en mi corazón
los grandes momentos pasados, los distintos sitios visitados, las Hermandades
conocidas, el haber compartido cartel con la magnífica Banda del Santísimo
Cristo de las Tres Caídas de Sevilla, todo un sueño, y sobre todo y de forma
especial haber conocido un sin número de compañeros, algunos ya
considerados amigos.
Y cuando todo parecía indicarme
que mi vida cofrade se encauzaría dando
de lado la parte musical, al cabo de dos años, el “ gusanillo” del arte y del
toque vuelve a llamar a mi puerta. Por ello de nuevo me incorporo a la Banda de
Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de la Pasión de Torreperogil donde
estuve dos años y, aunque recuerdo con cariño ese tiempo pasado, mis vivencias
no serían igual. Al final me dedicaría en cuerpo y alma a vivir mi vida de
cofrade desde la espiritualidad y dentro de los quehaceres propios de gestión y
gobierno de las Cofradías.
Ahora pienso que existe una gran
diferencia entre la idea que se tiene de pequeño y la percepción propia de un
mayor. El mundo cofrade deja de ser ese sueño de inocencia y se convierte en
una realidad de egoísmo y afán de protagonismo donde unos se perjudican a otros
y el todo vale es regla de actuación. Mi visión de la vida cofrade va cambiando
y no sólo por mis vivencias personales, sino también por los comentarios y
conversaciones mantenidas con bastantes cofrades torreños, y pudiera ser que aquí estuviera uno de los motivos principales que hizo que
abandonase la Banda de Cornetas y Tambores.
La realidad de una Banda de
Cornetas y Tambores deja de ser esa ilusión maravillosa de compañerismo y
alegría compartida que se deja notar desde fuera. Verdad es que socialmente es
bonita en su forma de pasar el tiempo y vivir en convivencia, eso es lo fácil,
pero hasta llegar ahí el camino a recorrer es difícil y muy distinto. Una banda
tiene como tema principal la interpretación musical y, por tanto, ha de
fundamentarse en sus componentes, en sus músicos, y ello porque en ella sus
componentes disfrutan y gozan tocando, satisfacen sus hobbies, se sienten a
gusto, pero hay que preguntarse, ¿a qué precio? ¿Es preciso aguantar insultos,
voces o cualquier otra forma de degradación personal por parte de los “jefes”?
Es cierto que debemos comprender que el trabajo de un director de banda no es
trabajo fácil, pero creo que para que una banda funcione correctamente no vale
a toda costa. Los miembros de una banda son cofrades que ponen su talento al servicio de la cofradía de la que forman
parte y que para su sostenimiento actúan en otros escenarios, con el objeto de
conseguir bienes materiales, que los
ayude a subsistir y como músicos que son, cultivan sus hobbies. Y es ahí donde
debemos saber valorar y proteger su dedicación, ya que si todos hacen grande a
su banda todos deben sentirse valorados, unos como músicos, otros como directores y otros como portadores
de lo que va a necesitarse en el conjunto y no culpar a los más débiles de los
fallos que en el tiempo, sean lógicos, que aparezcan. Una banda funciona bien
si todos sus componentes lo quieren, condición principal, después los errores
salen sin desearlos, y por eso hay que saber aceptar los éxitos y los posibles
fracasos que nadie desea.
Después de esta reflexión sobre
la marcha y funcionamiento de una banda desde dentro, quisiera poner a
reflexión el sentir que existe entre bandas. Verdad es que es humano pensar en
que lo nuestro es mejor que lo de lo demás y que lo interpretado por nosotros
es lo perfecto y carente de fallos, llegando a pensar que nuestra banda es la
mejor de todas, pero hasta ahí hemos de llegar. No es de recibo crear en
nosotros el ambiente que nos anime a burlarnos y reírnos de las demás bandas.
Competir es bueno, pero nuestro sentir cofrade debe limitar ciertas formas y de
esta manera evitar malos comportamientos en otros niveles de actuación. ¿Cómo
es posible que una banda de cornetas y tambores se interponga en la
contratación de otra, por parte de alguna cofradía, argumentando que con ellos
todo sería más barato? Pienso que si esto ocurre en el mundo cofrade algo se
está haciendo mal y debemos adoptar medidas urgentes para cambiar el rumbo de
nuestra formación, bien fijando objetivos acordes con el sentir cofrade o bien
cambiando a los distintos componentes de una banda. Seamos consecuentes y
pensemos que no todo vale y comencemos a ser buenos ejemplos para los nuevos
aprendices y olvidemos los comportamientos inadecuados que algunas bandas
tienen o tenemos. Y por ello pido una profunda reflexión por parte de las
juntas de gobierno de las distintas cofradías ya que creo que tiene parte de
culpa en los comportamientos anómalos de sus bandas o de las bandas haciendo
“chalaneos” indebidos.
Corren días difíciles tanto para
cofradías como para las bandas y lo pienso porque disminuyen a ritmo creciente
los nuevos cofrades. Dejemos a un lado la hipocresía y olvidémonos de las dos
caras, una buena por delante y otra distinta por detrás. Nuestra forma de ser
ha de cambiar y sólo así lograremos levantar a nuestras cofradías y bandas que
han de actuar con un espíritu de verdaderos cristianos y por ende de buenos
cofrades, participando en el buen hacer de ellas desde cualquiera que sea el
puesto que ocupe.
Pido perdón si he generalizado y
he podido ofender a alguien pero mi vivencia personal y los distintos cambios
de impresión que he mantenido con otros cofrades, locales y de pueblos vecinos,
así me lo indica.
Después de pasar por cofrade de
banda, cofrade de a pie, vocal de cultos en Junta de Gobierno, presidente de la
Unión de Cofradías, actualmente Vocal de la Unión Arciprestal de Cofradías de
Úbeda que incluye los municipios de Úbeda, Sabiote y Torreperogil y a día de
hoy recién nombrado Hermano Mayor de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús
Nazareno y María Santísima del Dulce Nombre de Torreprogil, veo una situación
difícil pero posible de encauzar convenientemente , y por ello pido a mis
Titulares nos ayuden a superar estas dificultades humanas y nos den fuerza para
seguir el camino que sabiamente nos enseñan.
Acabo pidiendo a todos los
Titulares de nuestras Hermandades que aunemos esfuerzos y pidámosles ayuda para hacer a nuestras Cofradías y a sus
Bandas de Cornetas y Tambores ejemplo cristiano de vida para nosotros, que
estamos dentro, y y para todos los que nos miran desde fuera.
Un abrazo, Juan Francisco.